En el periódico La Libertad. Diario republicano independiente de fecha 30 de abril de 1937, aparece publicado este artículo:
CANARIAS DOMINADA POR EL FASCISMO
Nueve antifascistas evadidos de Santa Cruz de la Palma relatan su odisea
Los rebeldes son odiados por toda la población civil
Después de una odisea, en la que pusieron todo su empeño antifascista, toda su voluntad de defensores de la República, todo su amor a la causa del pueblo, han conseguido llegar a Valencia nueve jóvenes que huyeron del furor rebelde que azota las islas Canarias.
Lucharon allí, como otros muchos, muchísimos, que se opusieron a la rebelión militar con los pocos medios que tuvieron a su alcance, y cuando estos pocos medios hicieron posible el dominio de los facciosos, consiguieron, a fuerza de heroicidades, salvarse del crimen y del terror que se extendió con la misma saña, con la misma crueldad que en cuantas poblaciones pisan.
Allí, como en el resto del territorio que mancha, el fascismo se asienta en sangre.
Durante ocho días los republicanos se mantuvieron en la isla de la Palma
«En la isla de la Palma –dice uno de los jóvenes evadidos, Florisol [Florisel] Mendoza Santos- tuvimos conocimiento de la rebelión militar el día 18 de Julio. A las doce, aproximadamente, recibía el delegado gubernativo un aviso del interior de la isla diciéndole que se acababa de leer un bando declarando el estado de guerra.
El Comité del Frente Popular, que ya había tomado algunas medidas ante los rumores circulados con insistencia tiempo atrás, empezó actuar inmediatamente con la atención fija en las fuerzas armadas allí existentes.
En el cuartel de la isla de la Palma había una guarnición de cien soldados y en el de la Guardia civil estaban reconcentrados unos cuarenta números. Por orden del jefe, que tenía su residencia allí, habían llegado los de Sauce, Los Llanos y Mazo.
No se tenía confianza más que en los once guardias de Asalto, republicanos firmes, que desde el primer momento se mostraron decididos a la defensa.
Del cuartel no se tenían noticias; se ignoraba la actitud que pudieran adoptar; pero de la Guardia civil, si hubiera existido alguna duda, el hecho de concentrarse la desvanecía. Era rebelde. Pronto se tuvo la prueba oficial. El comandante del puesto envió un telegrama – que no se cursó porque el telégrafo estaba en poder del Comité del Frente Popular- diciendo al jefe de las fuerzas que se hallaba a sus órdenes.
Esto agravaba la situación. Los republicanos, sin más armas que los fusiles de los once guardias de Asalto y algunas escopetas y pistolas, no podían asaltar el cuartel, como era su propósito, teniendo a las espaldas a cuarenta guardias civiles, ni ir contra éstos dejando detrás a los soldados. Y no se podía acudir a ambos cuarteles a la vez. Se acordó, por lo tanto, vigilarlos.
Durante ocho días se ejerció la vigilancia. Ni los guardias civiles ni los soldados salían de sus cuarteles. La vida de la población transcurría, por lo menos aparentemente, con toda normalidad. Nadie hacía manifestaciones fascistas –que el Frente Popular no hubiera tolerado- ni las fuerzas se decidieron a actuar frente al pueblo, dispuesto a defender la República.
Los telegramas se cursaban, controlados e intervenidos por el delegado del Gobierno. El telegrafista era hombre de izquierda.
No hubo ni la más ligera palabra ni el menor choque. La tranquilidad era absoluta.
El desembarco
Pero el día 25, siete después de recibirse la noticia de haber estallado la rebelión, aparecía frente al puerto el buque de guerra «Canalejas». Venía de Las Palmas con falangistas. Eran unos trecientos hombres, bien armados y pertrechados los que traía a bordo.
Sin baterías que defendieran el puerto, sin armas, los republicanos no podían oponerse al desembarco. Ni hacer frente a los falangistas tampoco, teniendo a sus espaldas los soldados de la guarnición y los cuarenta guardias civiles.
Y los antifascistas, mordiéndose los puños de rabia por su impotencia, huyeron, refugiándose en el campo.
Eran unos 300 hombres de izquierda, directivos de Sociedades obreras, de partidos políticos, responsables de organizaciones. Entre ellos el delegado del Gobierno, D. Tomás Llanes Rodríguez; el camarada José Miguel Pérez y Pérez, que fue compromisario en las elecciones de presidente de la República; Francisco Pérez Triana, del Comité del Frente Popular, el que nos hace el relato, Florisol [Florisel] Santos Mendoza, del Comité de las Juventudes Socialistas Unificadas; los guardias de Asalto José Herrero Lizana, Jorge Portoles Duaro, Francisco Cosme, y el guardia municipal Valentín García.
La invasión fascista
Como una ola de cieno se extendieron los fascistas por las calles. Y la ola turbia tuvo su refugio: de la población surgió un fascismo que hasta entonces había permanecido oculto y callado. Eran hombres de los que nadie sospechaba, que estaban en relación con los facciosos. Y en manos de estos hombres se vieron fusiles completamente nuevos. Al frente de estos fascistas de la población se vio a un comerciante en «autos», llamado Juan B. Fierro. Nadie sabía que era falangista y mucho menos se sospechaba que pudiera ser el jefe, y el jefe insular, como luego se supo. Se dijo al descubrirse esto que los fusiles los había traído él en sus «autos», y que los tenía ocultos. Estos fascistas, unidos a los que acababan de desembarcar, se dirigieron a los centros políticos y sociales, asaltándolos y destrozando sus muebles. En la Juventud Ideal, donde existía una de las mejores bibliotecas de la isla, echaron los libros a la calle y les prendieron fuego. Y en una hoguera desaparecieron. También tiraron por la ventana un busto de Goya y rompieron el piano.
En este local instalaron su cuartel. También destrozaron los locales de las Sociedades obreras, la logia masónica y de los centros de cultura.
Realizada esta obra salvaje, empezaron otra más salvaje y criminal: los registros domiciliarios, las detenciones, las persecuciones, los asesinatos.
Los guardias de Asalto que no huyeron al campo, lo mismo que cuantos tenían la más insignificante tendencia izquierdista que quedaron en la población, fueron detenidos, y, seguidamente, se organizaron expediciones para perseguir a los huidos.
Los hombres que las componían registraban las casas de campo, los pajares, los huertos, los montes.
Y, en una persecución enconada, en la que se empleó todos los medios, hasta el de amenazar a los campesinos con volar la casa donde se hallara a un huido con consentimiento o conocimiento del dueño, sin que éste lo denunciara, fueron aprehendidos unos antifascistas; se entregaron otros, porque para obligar a la entrega se apresaba a los familiares.
No entregar prisioneros
Al principio se trasladaba a los presos a las poblaciones para que los juzgaran las autoridades facciosas nombradas; pero luego la consigna debió de ser «no entregar prisioneros», porque ya no llegaban a los pueblos. Se les asesinaba en el camino.
Muchos de los huidos y apresados han desaparecido así.
A otros los juzgaron, fusilando a varios, entre ellos al guardia de Asalto Francisco Cosme y al guardia municipal Valentín García. También fusilaron a Sebastián Olivero Duarte, del Sindicato de Sauces, y al que fue compromisario en las elecciones presidenciales José Miguel Pérez y Pérez. Este actuaba de maestro en la isla antes del movimiento subversivo, y en la sentencia que dictaron los facciosos se decía que «se le condenaba a muerte por haber puesto su inteligencia al servicio de una causa salvaje, como es la causa roja».
A su mujer, que quedó abandonada con una niña de corta edad, se le obligó a salir de la Isla, embarcándola para la de Cuba.
A la mayoría de los detenidos que salvaron la vida se les condenó a treinta años de prisión. Eran las penas que se imponían: muerte o treinta años.
La odisea de nueve antifascistas
De los trescientos, aproximadamente, que huyeron al campo, quedaron al final solamente nueve. Los nueve que han llegado al campo leal.
Desde el 25 de Julio hasta el 2 de Enero estuvieron por los campos de la isla de la Palma.
Dicho día, los nueve compañeros que habían quedado del grupo de trescientos que huyó al llegar los fascistas, se apoderaron de un bote y decididos a morir antes que entregarse se hicieron a la mar.
En una frágil embarcación se arriesgaron a adentrarse en aquél. Navegaban en el bote cuando vieron un barco de vela de los que en aquellas islas se dedican a la pesca. El pensamiento atrevido surgió en sus cerebros: abordar a la embarcación. Y armados de pistolas lo hicieron, obligando al patrón y marineros a que los condujeran a la posición francesa de Port-Etienne.
Diez días vivieron en el barco, corriendo mil peligros y entre ellos el no poco terrible de un temporal que sufrieron.
El 12 de Enero llegaron a la posición francesa, presentándose a las autoridades, a las que entregaron sus pistolas.
Pero allí no cesó el peligro para ellos. Port-Etienne es una posición francesa en Cabo Blanco, fronteriza con la española. En ella no hay población europea. Se trata de una factoría militar –campo de aviación, cuartel y residencia del gobernador- donde los moros, de vida nómada, habitan en tiendas de campaña. De mes en mes pasa u barco que hace allí escala, y tuvieron la mala suerte de llegar el mismo día del arribo del buque; pero después de la salida de éste. Había que esperar un mes. Y hasta ellos llegó el rumor de que podían correr el riesgo de que los moros los aprisionaran para entregarlos a los militares facciosos de la población española. Vivieron el mes durmiendo en la playa. Para evitar una sorpresa establecieron guardias nocturnas. Se mantenían de pescado y arroz, adquirido éste en la factoría, gracias al poco dinero que llevaban consigo, y los peces de las embarcaciones de pesca de Canarias que trabajan en aquel litoral.
Las autoridades facciosas de la posición española llegaron a prohibir a los pescadores que les vendieran pescado y hasta que hablaran con ellos.
El día 13 de Febrero pudieron, al fin, embarcar en el buque francés que toca en aquella posición. Era un barco que se dirigía a Dákar. Allí fueron los nueve republicanos españoles.
En Dákar se les trató con todas las atenciones; se les hospedó en un buen hotel y al día siguiente de su llegada se les embarcó en el vapor francés «Canadá», que se dirigía a Marsella. Y desde aquí, donde les atendió el cónsul, pasaron a España.
La población civil hizo frente a los militares rebeldes
Donde más resistencia se hizo a los militares levantados en armas en Canarias fue en Las Palmas.
El diputado comunista Eduardo Suárez Morales consiguió organizar unos grupos antifascistas que, aunque mal armados, se lanzaron al campo e hicieron frente a los facciosos. La resistencia de estos grupos exasperó, por lo heroica, a los fascistas. Enviaron expediciones contra ellos. Y ellos lucharon durante doce días, cortaron carreteras, resistieron a los facciosos. Por último, apresaron al diputado Suárez Morales en compañía de un boticario apellidado Egea y fusilaron a los dos.
Los grupos, sin jefe, tuvieron que dispersarse; pero los antifascistas de Las Palmas siguieron la lucha por cuantos medios tuvieron a su alcance. En distintas ocasiones intentaron asaltar cuarteles y centros falangistas. La población civil no se resigna a la opresión fascista y, a pesar del terror y el crimen, sigue luchando.
En Las Palmas ha sido la represión más dura y cruel de todo Canarias, por la oposición viva, latente, que anida en el elemento civil. Entre los fusilados allí estaba el Sr. Monasterio Mendoza, de Izquierda Republicana.
Fusilamientos en Santa Cruz de Tenerife
El gobernador civil de Santa Cruz de Tenerife, contando con algunos grupos antifascistas y los guardias de Asalto, que permanecieron fieles, se aprestó a la lucha en el edificio del Gobierno civil. Resistió allí, haciendo frente a los fascistas. Se combatió, y en el combate murió un falangista.
Al tomar luego el Gobierno civil, hicieron prisioneros al gobernador, D. Manuel Vázquez Mora [Moro], de Izquierda Republicana; a su secretario, D. Isidro Navarro; a Domingo Rodríguez Zandiel [Sanfiel], de Unión Republicana, que fue compromisario en las elecciones presidenciales; al jefe de los guardias de Asalto, teniente González Campos, y a dos amigos más del gobernador, y, quizás por la muerte del fascista, los fusilaron a todos.
A los guardias de Asalto ingresados durante el bienio negro los hicieron continuar en su puesto, y a los restantes los expulsaron del Cuerpo y los detuvieron.
Se sabe también que en Gomera detuvieron y fusilaron a un brigada de la Guardia civil que era presidente de la Federación obrera.
La población odia a los rebeldes
En todo Canarias se odia a los rebeldes. A pesar del terror desatado, la población civil les opone su resistencia pasiva siempre y algunas veces la lucha armada.
Los crímenes, la violencia desatada, han ahondado más y más el sentimiento antifascista.
Al dolor de las familias se agrega el espectáculo de los miles de presos en cárceles y campos de concentración, a los que se obliga a trabajar en las carreteras y en la pavimentación de las calles de la población.
A esto se ha añadido el malestar, el hambre, la miseria que se enseñorea por campos y ciudades. Se ha requisado todo, arrebatándole sus medios de vida al campesino, al industrial, al comerciante; se han paralizado las obras, el plátano no se vende, porque se exporta para los rebeldes, y éstos no lo pagan. La vida es difícil para toda la población, porque se carece de trigo, jabón y otros productos, particularmente de medicamentos y porque los que existen alcanzan preciso fabulosos.
Cfr.:
La Libertad. Diario republicano independiente. 30 de abril de 1937. Página 2.
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Con la información que aporta el propio Florisel Mendoza Santos en su libro póstumo Con los Parias de la Tierra. Memorias, editado en el año 2004, más los datos que aporta en una entrevista a su persona que fue publicada en el año 1999 en el periódico La Opinión de Tenerife, y con la información que el propio Florisel dio a los periodistas de La Libertad en aquel mes de abril de 1937, se pueden entresacar varias conclusiones en relación con la evasión en el velero Añaza:
- La identidad de los nueve evadidos y algunos datos de su filiación en aquel momento:
Florisel Mendoza Santos. Delegado y secretario del Comité de la Federación de Trabajadores de La Palma.
Fundador de las Juventudes Comunistas de La Palma.
Jacobo Calero Labesse. Empleado bancario.
Fundador del PCE en La Palma en abril de 1933, en cuyo acto de constitución es elegido como máximo responsable José Miguel Pérez Pérez. Jacobo Calero, tras la guerra civil, acabó exiliado en México.
Domingo Calero Labesse. Fundador del PCE en La Palma en abril de 1933.
Tras la guerra acabó exiliado en Chile, formando parte del grupo de españoles que llegó a aquel país a bordo del “Winnipeg”.
Juan Rodríguez Acosta
Manuel Brito García.
Delegado del Comité de la Federación de Trabajadores de La Palma.
Ernesto Pérez Martín
Francisco Pérez Triana.
Miembro de la directiva de la Agrupación Socialista Obrera de Santa Cruz de La Palma.
Gregorio de Paz Pérez
Manuel Azcárate Marina.
Perteneciente a la CNT. Vecino de Las Palmas en 1934.
Por alguna circunstancia se encontraba en La Palma en el momento del golpe militar del 18 de julio de 1936.
- A pesar de que en el relato hecho en abril de 1937 Florsel indica que el grupo de los nueve evadidos abordaron en el mar al velero Añaza, la realidad fue bien distinta.
El velero Añaza era un pesquero que se encontraba en Santa Cruz de La Palma descargando su cargamento.
En ese punto fue asaltado por los compañeros izquierdistas de Santa Cruz de La Palma que estaban en libertad.
Los compañeros llevaron el barco hasta la costa de Mazo, en la Montaña del Azufre, donde les hacen entrega de seis armas de fuego y ropa para que sigan en su huida.
El grupo asaltante se volvió a la capital palmera y no serían descubiertos, pues las autoridades franquistas pensaron que los fugados habían sido los que se habían apoderado del Añaza.
La historia real la contaría Florisel Mendoza en la entrevista que le hacen en 1999.
La versión que dio en 1937 fue otra, pues había que preservar la seguridad de los compañeros de Santa Cruz de la Palma.
- Junto con los nueve evadidos que llegaron a Port-Étienne (Nuadibú en la Mauritania actual) se encontraba la tripulación del velero Añaza, que estaba compuesta por nueve marineros.
Por lo tanto, el barco llevaba 18 hombres a bordo.
Sólo ha trascendido la identidad del patrón, Juan Ramírez Sosa, que también pudo llegar a la España republicana, posteriormente al grupo de los nueve evadidos.
Según Florisel Mendoza, Juan Ramírez Sosa se exilió a Chile, donde murió.
[Aportación del amigo Fabián Hernández Romero]
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Apostilla del bloggero:
Salta a la vista, que, como hemos visto en otras referencias hemerográficas, ésta necesita ser contrastada con otras fuentes.
Relacionado con el tema, en este blog están disponibles estas referencias:
https://pedromedinasanabria.wordpress.com/2011/09/04/asaltaron-el-pesquero-a-vela-%C2%ABanaza%C2%BB/
https://pedromedinasanabria.wordpress.com/2011/09/04/acta-del-consejo-de-guerra-de-17-de-junio-de-1937/
https://pedromedinasanabria.wordpress.com/2011/09/05/sentencia-de-17-de-junio-de-1937-en-causa-35-de-1937/
https://pedromedinasanabria.wordpress.com/2011/09/06/nulidad-del-tramite-de-vista-y-fallo-en-causa-35-de-1937/
https://pedromedinasanabria.wordpress.com/2011/09/06/segundo-consejo-de-guerra-en-la-causa-35-de-1937/
https://pedromedinasanabria.wordpress.com/2011/09/07/segunda-sentencia-en-causa-35-de-1937/
https://pedromedinasanabria.wordpress.com/2011/09/07/segunda-nulidad-de-actuaciones-en-causa-35-de-1937/
https://pedromedinasanabria.wordpress.com/2011/09/08/segunda-acusacion-fiscal-en-causa-35-de-1937/
https://pedromedinasanabria.wordpress.com/2011/09/09/tercer-consejo-de-guerra-en-la-causa-35-de-1937/
https://pedromedinasanabria.wordpress.com/2011/09/10/tercera-sentencia-en-causa-35-de-1937/
Y, relacionado, con otros personajes palmeros mencionados, hay algo más en estas otras referencias:
https://pedromedinasanabria.wordpress.com/2013/05/09/juicio-sumarisimo-208-de-1937/
https://pedromedinasanabria.wordpress.com/2012/04/14/por-repartir-hojas-subversivas/
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