CORPUS EN CÓRDOBA


JOSÉ M. GALLEGOS ROCAFULL en su libro LA PEQUEÑA GREY, subtitulado TESTIMONIO RELIGIOSO SOBRE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA, ISBN 978-84-8307-763-4, de Ediciones Península, Barcelona – 2007, páginas 73-75, incluye como uno de sus recuerdos del tiempo que estuvo como canónigo lectoral de la catedral de Córdoba, – prebenda que desempeñaba desde 1921 -, este relato:

 

Recuerdo de este general y de este obispo una anécdota bien significativa, del tiempo en que el primero fue gobernador militar de Córdoba. Tradicionalmente se celebraba en ésta la procesión del Corpus por las tardes en virtud de un breve pontificio que había obtenido siglos antes el cabildo cordobés. Este año, el general pareció súbitamente muy interesado en que en Córdoba, como en el resto de la cristiandad, se hiciera la procesión por la mañana y así fue a solicitarlo del obispo prometiéndole que, si accedía, él cuidaría de que la asistencia de los militares fuera más copiosa que nunca. Accedió en principio el obispo, pero como la resolución correspondía a él conjuntamente con los canónigos, hubo que convocarnos para decidirlo. Entretanto medió tiempo para que me informasen minuciosamente de las razones de aquel extraño interés del general, nada afecto a la Iglesia, por la procesión, y cuando se me pidió mi opinión en el cabildo pude contar con pelos y señales la historia que era como sigue: había toros en el día de Corpus y el empresario, hombre despierto y sin escrúpulos, trataba por todos los medios de eliminar la competencia que para la corrida significaba la procesión Buscó primero los medios de que se suprimiera y, más tarde, se dio por satisfecho con que fuera por la mañana. Para conseguirlo, pensó desde luego en la influencia del general, y sabiendo que era asiduo concurrente de un prostíbulo, allá se fue a verlo con tan buena fortuna que se encontró allí también con el alcalde de la ciudad, militar también. Corrió el champán, unieron sus súplicas a las del empresario las pupilas de la casa, con tanto éxito que de allí se fueron ambas autoridades al obispado a pedir que se adelantara la procesión. Me oyeron en silencio mis compañeros, ni escandalizados ni extrañados, porque de sobra conocían la catadura moral de estos personajes, y acordaron que la procesión fuera por la mañana sin que rompiera la unanimidad de la decisión otro voto que el mío.

El general asiduo concurrente de un prostíbulo, protagonista de este relato, era GONZALO QUEIPO DE LLANO Y SIERRA, cuyo recuerdo todavía aletea en Andalucía, desde que en 1936 se hizo con el mando rebelde en Sevilla, durante la guerra civil española, desde cuya ciudad emitió sus famosos discursos radiofónicos.

El obispo coprotagonista por su docilidad, accediendo a cambiar la hora de la procesión del Corpus, fue ADOLFO PÉREZ MUÑOZ, que desempeñó tal cargo eclesiástico desde 1920 hasta 1945, habiendo llegado a la diócesis cordobesa, procedente de la de Badajoz, donde había estado desde 1913.

Su preconización al episcopado fue en 1909, siendo su primera sede la diócesis canariense, en la provincia de LAS PALMAS.

* * * * * * * * * * * * * * * * * * * *

El obispo ADOLFO PÉREZ MUÑOZ tiene una calle dedicada a exaltar su memoria, en el gran barrio de La Isleta, en LAS PALMAS DE GRAN CANARIA.

Es precisamente la calle donde está la Iglesia de LA LUZ, cuyo nombre se corresponde con el del gran Puerto grancanario.

ADOLFO PÉREZ MUÑOZ sería sucedido en la diócesis cordobesa por ALBINO GONZÁLEZ MENÉNDEZ-REIGADA (de 1946 a 1958), quien, anteriormente, y desde 1925 había sido obispo de la diócesis nivariense, con sede en LA LAGUNA, Isla de Tenerife, provincia de SANTA CRUZ DE TENERIFE.

* * * * * * * * * * * * * * * * * * * *

En la casa número 65 de la isletera calle dedicada al obispo PÉREZ MUÑOZ, casa que hacía esquina con Perchel 16, me criaron mis padres ROSARIO y MIGUEL. En ella transcurrió mi infancia, adolescencia, y parte de mi juventud.

Hasta que hube de abandonar GRAN CANARIA, para venir a vivir a LA LAGUNA (TENERIFE), con el fin de estudiar Ciencias Químicas en su universidad. La única universidad del Archipiélago entonces.

Aquí, en LA LAGUNA (TENERIFE) conocí a una linda muchacha, de la que me enamoré. Y cortejé durante cinco largos años. Hasta conseguir casarme con ella. Un memorable 29 de junio de 1968, día de San Pedro. Mi onomástica. Un caluroso día seguido de una deliciosa noche lagunera.

Mi preciosa y dulce MARILOLA.

Mi única novia. Mi única esposa. Madre de mis 4 hijos.

Motivos más que suficientes para vivir en Tenerife.

ORDENANDO INSTRUIR INFORMACIÓN CON MÁXIMA URGENCIA


EL EXCMO. SEÑOR COMANDANTE GENERAL DE CANARIASA EN ESCRITO DE FECHA 1º DEL ACTUAL, SECCION DE ESTADO MAYOR, NEGOCIADO SEGUNDO, ME DICE LO SIGUIENTE_

“ Excmo.Sr.: Remito adjunto documento presentado a mi Autoridad por el Consul Ingles acreditado en el Archipielago, reclamando daños y perjuicios por supuestos malos tratos dados al parecer arbitrariamente al súbdito de aquella nacionalidad MR. MacLeod, rogandole se abra una información con urgencia sobre el particular y me la envíe en unión del escrito que se acompaña a los efectos de resolución que en consecuencia proceda”.

Lo que traslado a V.S. en unión del escrito que se cita, a fin de que con la máxima urgencia proceda a instruir la información que se ordena la que me remitirá una vez terminada para su curso a dicha superior Autoridad.

Acúseme recibo.

DIOS guarde a V.S. muchos años.

 

L A S

Palmas, 5 de Junio de 1.937

Vicente Valderrama

[Firma rubricada de VICENTE VALDERRAMA ARIAS, General de Brigada Comandante Militar de Las Palmas]

 

[Al pie]

Sr. Comandante de Infantería Juez Instructor Don José Baldellón Silva.

 

Cfr.: A-TMTQ 4038-162-18 Información 27 de 1937.- Folio 1.

 

 

 

NO VAYA USTED A CAZAR TIGRES A LA INDIA


Así tituló JUAN RODRÍGUEZ DORESTE, el capítulo 8 de su libro

CUADROS DEL PENAL – MEMORIAS DE UN TIEMPO DE CONFUSIÓN

 ISBN 84-85438-06-X, publicado en 1978.

Este es el texto dejado por JUAN RODRÍGUEZ DORESTE;

8

«NO VAYA USTED A CAZAR TIGRES A LA INDIA».

 Uno de los pocos días en que vacábamos los del pelotón de castigo era cuando nos tocaba guardia a la entrada del espacio alambrado. Se apostaban allí dos reclusos con la misión de controlar las entradas y salidas y vigilar rigurosamente los objetos que pudieran introducirse en el campo. En turno rotativo cada chabola designaba a dos de sus inquilinos y la elección siempre recayó, por acuerdo tácito, en individuos de las brigadas de trabajo como medio de aliviarles algunas jornadas de sus penosas tareas. De mis escasas y esporádicas guardias evoco con especial realce las que hiciera en dos fechas memorables: el día en que Málaga cayó en poder de las tropas nacionales – en el mes de febrero de 1937 – que quizás tenga más adelante ocasión de narrar, y el día en que prendieron en la Isleta a un ingeniero geólogo inglés. No retengo cuando acaeció este segundo episodio, pero debió ser posterior al primero por una circunstancia que los relaciona y que después señalaré. De ambos fui, pues, testigo bien cercano y atento.

Un día arribó al puerto de La Luz y atracó al Muelle grande – como antaño se conocía, antes de ser ensanchado y recortado, el actual Muelle de La Luz – un barco inglés de los que hacían, y siguen haciendo, escalas regulares en viaje hacia África del Sur. Iba a bordo un ingeniero inglés, geólogo, director o algo por el estilo de una importante sociedad minera de Transvaal. Cuando el barco estuvo acostado, el ingeniero se asomó a la cubierta, oteó el paisaje, y descubrió que junto al puerto se extendía una vasta zona volcánica sembrada de pequeñitos conos y corrientes de lavas. Picado por su curiosidad de especialista, bajó a su camarote, tomó su pequeño martillo, desembarcó y encaminó sus pasos hacia el interesante paraje. Casi toda la Isleta estaba entonces bajo jurisdicción militar, delimitada por un muro de cercamiento mal conservado, bastante deteriorado. El acceso se hallaba prohibido. El inglés, desconocedor de tal circunstancia, penetró en el terreno amurallado por una brecha ruinosa. Con avidez de investigador se fue adentrando poco a poco, recogiendo de vez en cuando muestras de piedras y trozos de roca. Absorto en la búsqueda, su andar deambulante le llevó frente a uno de los puestos de la guardia. El centinela, temeroso y sorprendido de los extraños manejos de aquel tipo raro, deschaquetado, de pantalón corto y martillo en ristre, lo condujo directamente al campo de concentración. Estaba de servicio aquel día el inefable señor Lizano. En seguida dramatizó la situación: Aquel personaje tenía que ser un espía de las potencias extranjeras confabuladas contra la España nacional. Solo Dios sabe lo que en su larvada insania imaginaría sobre las intenciones de aquel estrafalario extranjero. Se preguntó por los altavoces si había en el campo alguien que supiera inglés. Posiblemente eran muchos los que, por estudio o profesión, conocían el idioma. Mas, escarmentados con lo que había pasado en ocasión anterior, no se presentó ningún voluntario. Debíamos recordar todos lo que le sucedió a Noé, un judío rubio, modisto o peluquero, cuando el día de la toma de Málaga se prestó a servir de intérprete de francés. Así que hubo acabado la misión, le asestaron una paliza fenomenal, hasta el extremo de tener que ser trasladado al hospital al día siguiente, por saber hablar la lengua de un país gobernado por el Frente Popular, y no alineado con las fuerzas del Eje Roma Berlín. Aquella xenofobia tenía pintas de hidrofobia.

El interrogatorio del súbdito británico se convirtió, pues, en un diálogo de sordos. Desde mi atalaya columbraba al teniente que vociferaba y esgrimía el martillito como una pieza de convicción. Al fin, no pudiendo averiguar nada, ordenó que lo encerraran. Entró el geólogo, acompañado de un sargento, por el portillo que yo cuidaba. Dió comienzo al punto el rito consuetudinario. Acudieron dos cabos de varas y el peluquero, que traía el banco ceremonial. El inglés se sentó muy tranquilo, esbozando incluso una leve sonrisa de agradecimiento. Pero cuando sintió pasar sobre su cabeza la máquina de pelar, se incorporó de un salto. Trataron los envarados de sentarlo a la fuerza. Pero el hombre, corpulento, membrudo, se resistió y a la acometida respondió ovillando los puños y propinando trompadas de tal calibre que dieron en tierra con sus contrincantes. Pero la lucha era irregular: cuatro, el sargento también beligerante, contra uno: desde el mismo suelo le agarraron las piernas y lo tumbaron. Apenas caído, llovió sobre su cabeza un aluvión de vergajazos. El británico no tuvo otra opción que rendirse y con aire de resignación flemática se prestó a la tonsura. La monda cabeza aparecía materialmente llena de moretones que marcaban las huellas de los porrazos. Apenas había terminado la faena, cuando se asomó el teniente a la puerta de su pabellón. Con aire de evidente alarma y confusión ordenó que volvieran a llevarle al prisionero. Debía haber recibido algún embarazoso aviso telefónico.

En efecto, al cabo de pocos minutos se detenía al pie de la escalinata un coche particular, del que bajaron un militar y dos paisanos. Uno de ellos era el Cónsul de Gran Bretaña, que venía a rescatar a su compatriota. Según supimos más tarde, solo cuando el buque iba a zarpar advirtieron la falta del encumbrado pasajero. Hicieron indagaciones y por uno de los obreros del suministro averiguaron la extraviada dirección que había tomado. De ahí la llamada que recibió el teniente y su súbita alarmada aparición en el dintel de su despacho. Frente al Cónsul y su protegido todo era afanosa solicitud. No sabía qué hacer. Acabó ofreciendo al geólogo un montón de fragmentos líticos que él coleccionaba. El inglés los aceptó, los puso en el coche y se despidió con el mismo imperturbable talante con que había soportado todo el temporal.

La historia podría terminar aquí dejándonos una neta impresión reveladora del equilibrio mental y de los pavores de nuestro teniente. Pero tuvo un epílogo digno de contarse. Algunas semanas más tarde, y por los mismos subrepticios conductos habituales llegó a nuestras manos un recorte de un periódico inglés. Contenía un largo artículo, titulado poco más o menos como esta crónica y firmado con un nombre tras el cual figuraban esas letras mayúsculas con las que los ingleses ostentan y revelan sus títulos y calificaciones profesionales. Deducimos en seguida que el autor era el zurrado ingeniero. Lo que allí se refería, con verdadera y fina sorna humorística, sin pizca de indignación, puede resumirse grosso modo de esta manera:

Si quieren ustedes, amigos, gozar emociones fuertes, sentir auténticos escalofríos, recibir un genuino «shock» espiritual y traumático, no vayan a cazar tigres a la India, ni leones a las sabanas del Sudán, ni cocodrilos al río Zambeze, ni tiburones al Mar Caribe, y seguía enumerando otras proezas cinegéticas arriesgadas; yo he descubierto recientemente un lugar privilegiado para los que aman la aventura, el peligro, la exposición, las sorpresas, las conmociones, los lances azarosos, los dramáticos zarandeos. Facilitaba después la receta mágica para alcanzar el lugar de las maravillas: Tome usted en Londres un barco de la Union Castle de los que van a Capetown. Desciendan ustedes en una estación del camino que se llama el puerto de Las Palmas, y una vez en tierra adéntrese en la isla siguiendo la ruta de unos cercanos volcanes costeros. Como por ensalmo se encontrará de pronto en un vasto campo de concentración de presos políticos donde le saldrán al paso unos seres con aspecto de cuadrumanos. Fortalezca el corazón y déjese hacer… La realidad quedará muy por encima de vuestra expectativa. Describía luego en términos cómicos lo que le aconteciera y apostillaba finalmente: No les miento a ustedes si les digo que, entre otras cosas, se les caerá el pelo. Todavía a mi no me ha acabado de salir y presumo que ya nunca lo tendré completo.

Ver más en

https://pedromedinasanabria.wordpress.com/2008/11/29/mcleod-geologo-britanico/

RECUERDOS TENEBROSOS DE MI INFANCIA


ANTONIO MAYOR Y MAYOR PÁRROCO DE LA IGLESIA DE LA LUZ

 

La parroquia de Nuestra Señora de La Luz, cuya iglesia estaba al principio de la calle Pérez Muñoz, de la Isleta, muy cerca del Castillo de La Luz, estuvo regentada por el Presbítero ANTONIO MAYOR y MAYOR, quien culminaría su carrera eclesiástica como Canónigo de la Catedral en la diócesis canariense de Las Palmas.

Recuerdo a este cura como un hombre alto, fornido, y con voz tonante.

Y también recuerdo algunas de sus actuaciones, que me impactaron sobremanera durante mi infancia.

Hasta el punto que habiendo transcurrido más de medio siglo, todavía siguen en mi memoria.

Me estoy refiriendo a la violencia fanática con la que se ensañaba en la persecución de los protestantes.

1.-

FUERA, FUERA PROTESTANTE

 

El párroco ANTONIO MAYOR y MAYOR, recorría la Isleta botando una pelota de tenis por las aceras, para que los niños la recogieran.

Una estampa bendita era el premio para quien se la traía.

Así iba de esquina en esquina reuniendo niños.

Cuando había conseguido un  grupo numeroso, los llevaba consigo hacia la Puntilla, hasta la Iglesia Protestante o Evangélica, sita en la calle Pajonales 5.

Aquí inducía a los niños a hacer mucho ruido y a cantar el “Fuera fuera protestante”, con el propósito de impedir que los evangélicos llevasen a cabo sus cultos, además de exhibir el poder que tenía para perseguir y amedrentar a quien no pensaba como él.

Para contrastar este recuerdo con otra fuente fidedigna, envié mi texto a la atención de un viejo amigo, PLUTARCO BONILLA ACOSTA, gran helenista y Profesor Universitario en Costa Rica, que me aportó el siguiente testimonio:

 

Cuando yo era niño, los evangélicos se reunían en dos localidades distintas: una, cerca del Parque Santa Catalina, en la calle Luís Morote; la otra, en la calle Pajonales Nº 5, en La Isleta.

Mientras nos reuníamos en el primero de esos lugares, en realidad no tuvimos mayores problemas, en relación con lo que considerábamos nuestro templo.

Pero en un determinado momento (no puedo determinar la fecha ni las razones), tuvo que cederse el local a sus dueños, y se unificó la congregación en la calle Pajonales. Yo fui testigo —e incluso colaboré en los arreglos, en lo que me era posible, pues era adolescente — de cómo fue creciendo la congregación y el templo.

Templo que realmente era una casa de habitación, en la que se hizo necesario eliminar algunas paredes, a la vez que se reforzaba el techo, con el fin de habilitarla para su función eclesial.

Pues bien, en aquella época difícil, allí sucedieron varias cosas dignas de recordar.

Un cura (tampoco puedo precisar si se trataba de don Antonio Mayor o de algún otro; probablemente fueron varios que se turnaban) solía ir cerca del templo con un grupo de muchachos, a quienes incitaba contra nosotros. Esto sucedía solo a la salida de los cultos de la noche, entre semana.

Los chiquillos iban provistos de un clavo y de latas llenas de agujeros con los bordes sobresalientes.

Cuando terminaban los cultos, se apostaban en las cuatro esquinas de la calle por la que teníamos que pasar (hacia el Este, pues en la otra dirección estaba el mar y una factoría de pescado) y se dedicaban a rasgar la lata con los clavos, con lo que hacían mucha bulla, con intención de burla y desprecio, acompañada de algunos insultos.

Entre estos estaban los que metían en el mismo saco a “ateos comunistas, masones y protestantes”.

Que yo recuerde, nunca hubo violencia.

Como al lado de lo que nos servía de santuario había un patio, en ocasiones tiraban piedras o espinas de pescado.

Gracias a Dios, aparte de la molestia, nunca hubo que lamentar ningún otro daño.

Un cura tuvo la ocurrencia —por no decir el descaro— de plantarse exactamente al lado de la puerta de entrada a la casa-templo, y se quedaba allí, casi en posición de firme, hasta que se iba el último de los participantes en el culto.

En vista de que esta práctica se repetía, un día llevé una cámara fotográfica y, al terminar el culto, le pedí a una pareja de la iglesia que se colocara junto a la puerta.

Mi interés no era fotografiar a esa pareja, sino al cura.

Conservo aquella fotografía como testimonio de una época que, ojalá, nunca vuelva.

En una ocasión, al llegar nosotros a nuestro lugar de culto (que por virtud del régimen franquista no podía tener fachada de templo), lo encontramos precintado.

Con lo cual no pudimos acceder a él.

Luego nos enteramos, por los trámites que hizo el misionero, que aprovechando la ausencia del Gobernador Civil, que había partido para Madrid, casi tan pronto como había despegado de Gando, el avión en que viajaba, el teniente de gobernador, incitado por el clero, mandó precintar el templo.

El  edificio estuvo precintado hasta que regresó el Gobernador Civil.

Apenas regresó el gobernador, se quitó el precinto.

Esta información ha sido completada por mi hermano AMBROSIO, añadiendo que él fue testigo de haber visto hasta cinco curas, delante de la puerta de la iglesia evangélica de la calle Pajonales.

Que en su opinión, algunos de aquellos curas eran buenas personas y se veían compelidos a realizar tal labor de hostigamiento a los protestantes,  contra su voluntad, cumpliendo órdenes de su Obispo ANTONIO PILDAIN y ZAPIAIN.

Mi hermano ha encontrado en su amplio archivo fotográfico una copia de aquella foto sacada por Plutarco-

Copia que me ha remitido, con la advertencia de que no estoy autorizado a publicarla, sin consentimiento previo de su autor, Plutarco.

 

2.- LOS PLÁTANOS MADUROS

ANTONIO MAYOR y MAYOR no escatimaba ardides para captar y engatusar feligreses.

En la calle Faro, frente a la fachada oriental del Grupo Escolar Generalísimo Franco, había una tienda que vendía plátanos.

Ya se sabe que los plátanos que han quedado en Canarias para el consumo local no eran los de calidad superior.

Eran los que no habían superado la «marca».

Esto es, los de calidad inferior, que no podían ser exportados, y por tanto se dedicaban al consumo interior isleño.

Por el calor y el tiempo algunos se maduraban bastante.

El párroco ANTONIO MAYOR y MAYOR solía pasar por la tienda y compraba algunas manillas de esos plátanos muy maduros, a bajo precio.

Luego obsequiaba a los niños de la catequesis con uno de esos plátanos, o bananas, como se dice hoy en día.

Los niños quedaban encantados con el plátano que devoraban a toda prisa.

Entonces el cura ANTONIO MAYOR y MAYOR conducía a sus niños aplatanados, ante la casa donde se reunían los protestantes para celebrar sus cultos.

Casa a la que todos nos referíamos como El Culto, ejecutando una mistura de sinécdoque y metonimia, sin saber que estábamos haciendo tropos.

Aquí reiteraba la práctica ya citada, en la cual los niños hacían mucho ruido y cantaban el “Fuera fuera protestante” para impedir que los evangélicos realizaran sus lecturas y ceremonias.

Así pagaban los niños el plátano del cura.

3.-

EL ENTIERRO DEL PADRE DE SUSO

 

En el número 70 de la calle Saucillo, vivía el matrimonio constituido por JUAN GONZÁLEZ RODRÍGUEZ y doña Susa, JESUS MARTIN CARÁMBULA, con sus hijos Juan, Manuel, Francisco y Jesús.

Este último respondía al apelativo de SUSO.

SUSO había padecido desde niño una enfermedad en sus piernas que le obligaban a andar con muletas.

De tal enfermedad desconocíamos todo, en aquella menesterosa época.

Hoy, recordándola con perspectiva diacrónica, pienso que debió haber sido poliomielitis

La temible polio, para la que entonces no había remedio.

El 10 de octubre de 1955 a las 17 horas había fallecido, a causa de anemia aguda, JUAN GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, con 55 años de edad, ya que había nacido el 26 de agosto de 1900 en la ciudad de Las Palmas.

La inscripción de su defunción consta en el tomo 59 del Juzgado del Puerto, por declaración de su hijo mayor, Juan.

Tal inscripción figura autorizada por el Juez MIGUEL DÍAZ REIXA.

El entierro de JUAN GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, efectuado al día siguiente, fue llevado a cabo por la funeraria de Parrilla, que tenía su oficina en la calle Albareda, unos metros más allá del denominado Teatro Cine del Puerto, popularmente conocido por Cine Viejo.

En este entierro el párroco ANTONIO MAYOR y MAYOR montó todo un espectáculo.

Bastante antes de la hora prevista para la salida del féretro, habían ido llegando unos desconocidos que se situaron delante de la casa de Suso, por delante de los amigos y vecinos de la familia del fallecido asistentes al entierro.

En una acción paralela coordinada, la Policía Armada la cual la gente seguía denominando Guardia de Asalto, “los grises”, antecedente de la Policía Nacional actual, acordonaron la zona cerrando las calles de acceso a Saucillo con sus vehículos oficiales.

A la hora prevista para la salida del entierro, se presentó el párroco ANTONIO MAYOR y MAYOR, jadeante, tras subir la cuesta de la calle Pérez Muñoz, acompañados por sus acólitos y la parafernalia de la Cruz alzada.

Ante su aparición, la multitud que se había acumulado en la calle Saucillo, se apartó abriéndose hacia las aceras, en una reacción similar a la de las escenas cinematográficas de enfrentamiento entre pistoleros.

Don ANTONIO MAYOR y MAYOR, jadeante, manifestó que venía a llevarse el féretro, alegando que el fallecido era católico y tenía que ser enterrado como católico.

Se aproximó a la puerta de la vivienda e intentó entrar.

SUSO, atravesado en la puerta con su hermano Paco, se opuso diciendo:

– ¡Sus servicios aquí no han sido solicitados!

Don ANTONIO MAYOR y MAYOR le gritó:

– ¡Entro y más que entro!

El cura hizo una señal a tres personas que aguardaban detrás, como a unos 5 metros, y éstos se acercaron a Suso.

En un tono amable (justo lo contrario del utilizado por el cura) uno de ellos le dijo:

Por favor, permitan la entrada.

Yo puedo firmar una orden y no podrán impedir que se entre.

Suso rompe a llorar, y junto con su hermano, dejó franco el paso a su casa, apartándose de la puerta.

[Por su forma de proceder y decir, deduzco que el señor que habló con Suso, debía haber sido el juez del Puerto, MIGUEL DÍAZ REIXA, ya citado como firmante de la inscripción de defunción.

Y sus dos acompañantes debían ser funcionarios judiciales o policiales.]

El cura ANTONIO MAYOR y MAYOR entró en la casa y sacaron el féretro.

Actuaban de porteadores, dos hermanos del difunto que iban por la parte de los pies, y otros dos individuos, uno de ellos conocido como el Palillo.

Este muchacho, flaco y alto, apodado EL PALILLO, domiciliado en la calle Artemi Semidan 51, cuya casa quedaba entre las calles Fontanales y Guayedra, era huérfano de SANTIAGO MEDINA HERNÁNDEZ.

SANTIAGO MEDINA HERNÁNDEZ, con 27 años de edad, acusado del delito de traición, por haberse pasado en el frente, al bando republicano, durante la guerra civil, había sido fusilado el viernes 19 de enero de 1940, junto a MANUEL-PLÁCIDO SUÁREZ CERPA, y GREGORIO OLIVARES CABALLERO.

MANUEL PLÁCIDO SUÁREZ CERPA había dejado viuda a su esposa MARÍA SOLEDAD DÍAZ SAAVEDRA.

Esta era hermana de mi cariñoso padrino, MANOLO DÍAZ SAAVEDRA, propietario y patrón de una conocida y acreditada Barbería ubicada frente a la Plaza de España en La Isleta.

Detalles de este triple fusilamiento han sido expuestos en

https://pedromedinasanabria.wordpress.com/2011/12/01/delito-de-fuga-en-direccion-al-enemigo/

https://pedromedinasanabria.wordpress.com/2011/12/02/delito-de-desercion-al-frente-del-enemigo/

https://pedromedinasanabria.wordpress.com/2011/12/03/delito-de-traicion/

https://pedromedinasanabria.wordpress.com/2011/12/04/solicitando-para-los-procesados-la-pena-de-muerte/

https://pedromedinasanabria.wordpress.com/2011/12/04/pena-de-muerte-para-tres-soldados-grancanarios-en-1940/

https://pedromedinasanabria.wordpress.com/2012/11/27/certificando-muerte-del-fusilado-gregorio-olivares-caballero/

https://pedromedinasanabria.wordpress.com/2012/11/28/certificando-muerte-del-fusilado-santiago-medina-hernandez/

https://pedromedinasanabria.wordpress.com/2012/11/28/certificando-muerte-del-fusilado-manuel-placido-suarez-cerpa/

 

La Plaza de España había sido erigida en el solar de la Casa del Pueblo, volada con explosivos por los franquistas, después del Alzamiento contra el gobierno, legal y legítimo de la República de España.

Retornemos al triste episodio del ENTIERRO del padre de SUSO.

Al salir cargando el ataúd, se produce una escena tragicómica, protagonizada por los porteadores.

Los dos hermanos estaban situados como para caminar hacia el Oeste, en dirección a la Plaza de España.

El Palillo y el otro porteador estaban virados hacia el Este, como para caminar en dirección hacia la calle Pérez Muñoz.

El señor que se comportaba como juez, indicó con el dedo índice de su mano derecha que había de caminar en dirección hacia el Este, y los dos hermanos del difunto se giraron.

Entre los asistentes estaban juntos mis hermanos Miguel y Ambrosio.

Miguel exclamó:

¡A esto no hay derecho!

Y mi hermano Ambrosio le advirtió:

!Cállate, que hasta las paredes oyen¡

La comitiva caminó calle abajo hasta la iglesia de LA LUZ, donde Don ANTONIO MAYOR ejecutó el oficio católico de difuntos, mientras los protestantes asistentes aguardaban en la acera de la calle Juan Rejón esquina a Pérez Muñoz, donde estaba ubicado el bar de EMETERIO, aproximadamente a medio centenar de metros de la puerta de la iglesia de LA LUZ,

Este bar era oficialmente conocido como BAR AQUÍ TE ESPERO”, ya que ese era el rótulo que tenía en la fachada, y en lo alto de su pared interior, sobre una mano de yeso con el dedo índice extendido hacia abajo.

Pero los isleteros nos referíamos a dicho local, como el bar de EMETERIO, nombre su propietario.

Terminado el oficio religioso católico, el cortejo fúnebre se encaminó hacia el cementerio del Puerto.

Cuando llegaron a éste se encontraba cerrado, porque ya se había superado la hora de entrada.

Salió el sepulturero protestando porque ya había terminado su jornada de trabajo.

Pero cuando vio al señor juez, se movió raudo; de tal modo que, como se dice en nuestra lengua canaria, «las patas le llegaban al culo».

4.-

LA QUEMA DE LUTERO

 

En la calle Fontanales, una transversal de la calle Pérez Muñoz, que estaba situada por debajo de la mitad de esta calle, vivía un protestante.

Una tarde noche el cura ANTONIO MAYOR Y MAYOR se presentó con los niños de la catequesis ante la casa de este hombre, y montó un muñeco de paja, al que puso un cartón en el que había escrito la palabra LUTERO.

Luego le prendió fuego, celebrando con los niños de la catequesis una especie de ceremonia medieval.

Aportación de Plutarco:

Tengo vago recuerdo de esto, pero no puede precisar ni fecha ni lugar. probablemente me lo contaron.

5.-

LA VIRGEN MARÍA SEGÚN ANTONIO MAYOR Y MAYOR

 

Para acabar con mi percepción del negro personaje ANTONIO MAYOR Y MAYOR, tengo otro recuerdo más difuso.

En nuestra casa, o en casa de mi abuela Micaela, tuve en mis manos un opúsculo publicado por aquel cura, que versaba sobre la Virgen María.

Por esas fechas yo había estudiado Liturgia y Culto Católico, porque nos lo había enseñado nuestro Profesor de Religión, el pacífico sacerdote Don SANTIAGO CAZORLA, quien entre otros temas, nos había explicado el de los diferentes tipos de culto:

1. Culto de Dulía. El que se tributa a los ángeles y a los santos.

2. Culto de hiperdulía. El que se tributa a la Virgen.

3. Culto de latría. El que se tributa a Dios.

 

Mi recuerdo consiste en lo siguiente:

Después de leer el opúsculo, el enaltecimiento de la figura de la Virgen María realizado por Don ANTONIO MAYOR, era de tal magnitud, que yo llegué a la conclusión de que el autor casi la ponía como Dios.

De todos modos, una constante del Catolicismo es el desmedido enaltecimiento de la Virgen.

Por eso hay tantas advocaciones y puntos de encuentro por apariciones virginales: Lourdes, Fátima, Candelaria, Pino, etc.

Aportación de Plutarco, desde Costa Rica:

No, no leí ese opúsculo, precisamente, aunque sí otros. La conclusión fue la misma, sobre todo, por una razón importante: a pesar de la distinción de los tres tipos de culto (latría, hiperdulía y dulía), tal distinción se quedaba siempre en el plano teórico, pues la gente del pueblo no tenía ni idea de ello, ni se le enseñaba eso desde los púlpitos de las iglesias. La consecuencia lógica era que el pueblo asumía (y en gran medida sigue asumiendo) una actitud idolátrica.

Sí recuerdo que, con ocasión de la inauguración de una Sección de la Biblioteca de la Universidad de Salamanca (sección a la que le pusieron el nombre de don MIGUEL DE UNAMUNO), Monseñor Pildaín y Zapiaín (no estoy muy seguro de los acentos de estos apellidos, pues quizás eran Pildain y Zapiain) publicó un folleto con el rimbombante título de “MIGUEL DE UNAMUNO, HEREJE MÁXIMO Y MAESTRO DE HEREJÍAS”.

Algunos protestantes hacíamos comentarios socarrones, diciendo que nos alegrábamos muchísimo, ya que eso significaba que MARTÍN LUTERO había dejado de ser el “hereje máximo”.

* * * * * * * * * * * * * * *

Después de escrito ésto, Plutarco me remitió desde Costa Rica, un texto adicional, que corrobora otro recuerdo difuso de mi infancia, del que asimismo fue protagonista el cura ANTONIO MAYOR Y MAYOR.

He hilvanado el testimonio remitido desde Costa Rica con mi recuerdo, y lo he plasmado así:

6.-

MULTITUDES FRENTE A LA TIENDA DE UN EXIMIO PROTESTANTE

El cura párroco de LA LUZ, ANTONIO MAYOR Y MAYOR, organizaba desfiles procesionales por la Isleta, que aprovechaba para insistir en su hostigamiento a los protestantes.

En la esquina inferior, al poniente del cruce de las calles Artemi Semidán y Osorio, tenía su tienda, comercio de ultramarinos, GREGORITO BONILLA con su mujer MATILDITA.

GREGORITO era un hombre menudo, muy trabajador y solícito, que dedicaba cuanto tiempo tenía libre, – que no era mucho porque una tienda de comestibles exige mucha dedicación -, para leer su Biblia, un libro muy sobado por el uso.

El cura solía parar a la multitud asistente a su desfile procesional justamente en dicho cruce de calles.

Se subía a la azotea de la casa situada en la esquina opuesta en diagonal a la casa de GREGORITO. Y desde allí arengaba a la gente.

Esta se tragaba todo lo que el representante de la Iglesia Católica Apostólica Romana en la Isleta, soltaba por su boca, denostando y denigrando a los Protestantes, aunque muchos de los asistentes sabían que eran mentiras, porque conocían a muchos protestantes isleteros, con los que tenían relación y trato.

El cura decía barbaridades como éstas:

Los protestantes quieren comprar las almas con un par se sábanas.

Y entonaba, coreado por la multitud, la siguiente cancioncilla:

Fuera, fuera protestantes;

fuera, fuera de la nación,

que queremos ser amantes,

del sagrado Corazón.

 

GREGORITO y MATILDITA fueron los progenitores del amigo PLUTARCO.

* * * * * * * * * *

 

Estas imágenes de mi infancia y pubertad, constituyen unos recuerdos de un pasado tenebroso, que no se me han borrado.

Al rememorarlos hoy, con casi 71 años de edad, siento un dolor lacerante, similar al que sentí en aquellos momentos.

Yo era católico practicante en aquellas fechas.

Y vivía en la casa situada en la esquina Pérez Muñoz-Perchel, que por esta calle estaba identificada con el número 16, y por Pérez Muñoz tenía el número 65 (hoy renumerado 77), donde transcurrió mi infancia y juventud, hasta que me vine a La Laguna en Tenerife, para emprender mis estudios universitarios de Químicas.

* * * * * * * * * * * * * * *

La Universidad de San Fernando de La Laguna, era entonces, el único y exclusivo centro académico superior universitario de Canarias.

En La Laguna (Tenerife) conocí a una preciosísima y encantadora muchacha, que respondía al nombre de LOLY, que era asediada por el centenar de colegiales del Colegio Mayor San Fernando, en la farmacia del Barrio Nuevo, donde trabajaba.

Yo le declaré mi amor a Loly el cinco de abril de 1963, Viernes de Dolores.

Tras cinco años de noviazgo, nos casamos el 29 de junio de 1968, día de San Pedro.

Hemos estado casados hasta el dos de noviembre de 2011, 20111102, fatídico día palindrómico, en que mi amada Marilola falleció.

Me queda su indeleble recuerdo, cuatro hijos, y cinco maravillosos nietos.

MALOS TRATOS AL SÚBDITO INGLÉS MR MAC LEOD


Nº 4038                                                Legº 162 – 18

 

 

 

COMANDANCIA GENERAL DE CANARIAS

PLAZA DE LAS PALMAS                                                         JUZGADO EVENTUAL

 

INFORMACION NUMERO 27

 

 

 

Instruida para averiguar los supuestos malos tratos sufridos por el súbdito ingles Mr. Mac Leod el diez y nueve de Enero, al ser detenido dentro del recinto militar de la Isleta

 

 

Comenzaron las actuaciones el seis de Junio de mil novecientos treinta y siete.

MacLeod

 

JUEZ INSTRUCTOR

SECRETARIO

Comandante de Infantería

Don Jose Baldellon Silva.

Alférez de Infantería

Don Eduardo Rodriguez Lisson

 

 

Cfr.: ATMTQ 4038-162-18 Información 27 de 1937.- Cubierta.

EL CAMPO DE CONCENTRACIÓN DE LA ISLETA


Un estudiante que ha logrado escapar de las islas Canarias ha hecho al corresponsal de la Agencia España, en Gibraltar, interesantes declaraciones sobre los campos de concentración que los rebeldes han establecido en Las Palmas, donde son internados todos los republicanos o los simplemente sospechosos de ser simpatizantes con el Gobierno legítimo de España.

La nacionalidad extranjera no es un obstáculo para que los cabecillas fascistas conduzcan a los campos de concentración a los elementos que considera disconformes con su actuación.

Uno de los campos de concentración está situado en la montaña, rodeado de crestas y picos de unos seiscientos metros de altura.

Lo vigilan seis Cuerpos de guardia, establecidos en diversos puntos.

La península donde el campo se encuentra tiene cerrado el paso por una muralla que va de una playa a otra.

A lo largo de ella, una larga fila de centinelas, estacionados cada quince metros, vigilan de día y de noche.

El campo propiamente dicho, que tiene una extensión de 2.500 metros cuadrados, está rodeado por una cuádruple alambrada de púas, que franquea una sola entrada.

Hay treinta tiendas, en cada una de las cuales se refugian de 36 a 42 hombres. Se destinan 15 colchones para cuarenta de ellos y una manta para cada dos.

 A las siete menos cuarto de la mañana todos los prisioneros han de estar formados a la puerta de su tienda respectiva.

A una señal del que les manda deben gritar todos: «¡Viva España» «Viva el general Franco». Los que no lo hacen son golpeados con porras de caucho.

Desde las siete hasta mediodía, y de tres a cinco de la tarde se trabaja. A las seis tiene lugar la comida: una sopa (es decir, agua caliente, en la que nadan algunas migajas) y habas o patatas.

A las seis de la mañana se distribuye una taza de té o de café, que no es más que agua caliente y, no siempre un trozo de pan.

A mediodía se les da un plato de sopa únicamente.El trabajo de los presos consiste en la construcción de caminos, en la limpieza del campo y en el transporte de arena y piedras.

Los equipos son mandados por un sargento, armado con una porra, con la que golpea a los presos para que trabajen más intensa y velozmente.

Se les obliga a transportar sobre la espalda más de 50 kilos a distancias de varios centenares de metros. Los que caen al suelo son golpeados hasta que se levantan de nuevo.

También se encargan los presos del transporte de bloques de granito.

Con extraordinaria frecuencia regresan del campo de concentración con el cuerpo tumefacto por los golpes recibidos.

Las penas que les son aplicadas son muy diversas; la más corriente consiste en obligarles a injerir medio litro de aceite de ricino.

Otra de ellas es atar a la espalda del preso un saco de arena de 50 kilos, obligándole a llevar sin interrupción cestos llenos de piedras y arena desde las siete de la mañana a mediodía, cubriendo muchas veces una distancia de doscientos a quinientos metros.

Entre mediodía y las tres de la tarde, es decir, durante la hora del almuerzo, se le continúa obligando a sostener sobre la espalda el saco de arena.

Por último, otro de los castigos es obligar a que uno de los presos golpee a su compañero con la porra de caucho que usan los vigilantes.

Si el que golpea no lo hace con la energía que allí se considera necesaria, es, a su vez, golpeado.

También se castiga a los presos privándoles de todo alimento durante seis días.

 Cfr.:

La Libertad. Diario republicano independiente.  19 de marzo de 1937. Página 1.

[Aportación del Amigo FABIÁN HERNÁNDEZ ROMERO]

15 DE NOVIEMBRE DE 1911 DIA DE LUTO


Gobierno Militar de Gran Canaria                            Año 1911

 

 

Causa

instruida en averiguación de los sucesos ocurrido en la calle de la Marina, en la ciudad de Las Palmas, la tarde del 15 de Noviembre con agresión a la Guardia Civil, resultando tres paisanos muertos y otros tres heridos graves.

Empezaron las actuaciones el 15 de Noviembre de 1911

 

 

 

Juez Instructor

Secretario

El Comandante de Infantería

Don Carlos Peñuelas Calvo

El Capitán de Infantería

Don Luis Marrero Ponce

Otro

El sargento del Rgtº Infª 68

Don Manuel Fuentes Solano

 

Cfr.: ATMTQ 1305-92-1 Causa 1396 de 1911.- Cubierta.

* * * * * * * * *

En esta causa 1396 de 1911 fue procesado el TENIENTE DE LA GUARDIA CIVIL JUAN ABELLA MASTRAT

Los paisanos fallecidos fueron:

1.-

PEDRO MONTENEGRO GONZÁLEZ

De 50 años, natural de La Isleta, soltero.

2.-

COSME RUIZ HERNÁNDEZ

De 30 años, natural de Tetir (Fuerteventura). Casado con Mª Carmen Ortega Morán, dejando 3 huérfanos: Enrique-José (de 5 años), Francisca (de 3) y Juan-Miguel (de un añito).

3.-

VICENTE HERNÁNDEZ VERA

De 23 años, natural de Fuerteventura. Soltero.

4.-

JUAN TORRES LUZARDO

De 23 años, natural de Haría (Lanzarote). Soltero.

5.-

JUAN PÉREZ CRUZ

De 29 años, natural de Arrecife (Lanzarote). Casado.

6.-

JUAN VARGAS MORALES

De 44 años, natural de Las Palmas  G.C. Casado.

* * * * * *

Veinte años después, proclamada la Segunda República Española, el Ayuntamiento republicano en 25/04/1931, dedicó seis calles a los seis fallecidos, en La Isleta, en las proximidades de la Puntilla.

Calles que actualmente no llevan tales nombres, ya que fueron suprimidos por la Dictadura franquista.

Cfr.:

JUAN MEDINA SANABRIA.

ISLETA / PUERTO DE LA LUZ. RAICES II.- Capítulo VIII.- 2011

DIEZ FUSILADOS POR EL ASALTO FRUSTRADO AL CUARTEL DE INFANTERÍA DE LA ISLETA


1.- Fusilado el 22 de enero de 1937

 

 

APELLIDOS

NOMBRE

Estado

Edad

NATURAL DE

R.I.P

1 Grande Rubio Florencio Casado 36 Navaluenga (Ávila) Nicho 944

 

2.- Nueve fusilados el 3 de marzo de 1937

 

APELLIDOS

NOMBRE

Estado

Edad

NATURAL DE

R.I.P

1 Alonso Molina Manuel Soltero 24 LPGC Fosa 28
2 Castilla Grande José Casado 26 Pruna (Sevilla) Nicho 72 N.a P.
3 García Quintero Josè Soltero 22 El Hierro Fosa 28
4 González  Monzón Juan Soltero 22 LPGC Alfred L.Jones 46 Fosa 26
5 Hernández García Federico Casado 19 LPGC Fosa 28
6 Hernández Mesa Vicente Soltero 23 Casillas del Ángel- FV Fosa 28
7 Hernández Romero Buenaventura Soltero 22 LPGC Nicho 126
8 Oramas Santana Manuel Soltero 24 LPGC Fosa 28
9 Ramírez Pérez Antonio Soltero 24 LPGC Fosa 28

 

Referencias:

1.- Causa 625/1936 [13050-420-10]

2.- Este libro:

Autor: JUAN MEDINA SANABRIA.

Título: ISLETA /PUERTO DELA LUZ: CAMPOS DE CONCENTRACIÓN

Editado en 2002.