ENTONCES SE APLICABA EL TORMENTO


PÁGINAS LIBRES                                                                     21

 LA JUSTICIA BURGUESA

 La actual civilización no es mas que aparente, y los procedimientos que hoy se emplean contra los anarquistas son los mismos que se usaban en otro tiempo contra los librepensadores; entonces se aplicaba el tormento a los que no querían adorar al Dios del Sinaí o del Calvario; hoy se hace lo mismo a los que se niegan a reconocer la omnipotencia del dios capital. Tal vez haya quien crea esta afirmación exagerada, pero los hechos que vamos a referir demostrarán la exactitud de nuestro aserto.

Para complicarme en los sucesos de Jerez se hizo uso del procedimiento siguiente: la guardia civil sacó de la cárcel varios presos y separadamente les dijo:

¿No es verdad que Salvoechea le dijo que contaran con Cádiz?

No – contestole el interrogado.

Pues entonces, ya que no quieres declarar, se te aplicará el tormento – añadió el jefe de los civiles.

Y en efecto, le amarraron las manos a la espalda con una cadena, y esta a una cuerda que pasaba por una polea fija en el techo, de cuyo extremo tiraban unos guardias hasta dejar suspendido en el aire a la víctima, mientras que otros, armados de vergajos, golpeaban con verdadero furor a su cuerpo. Los que sufrieron tan cruel martirio han manifestado que el dolor que experimentaban en los hombros no les permitían sentir los golpes que descargaban sobre ellos, y todos pidieron a sus verdugos la muerte a cambio de crueldades semejantes. La guardia civil llevaba en un papel escrito lo que había de exigir a los presos que declarasen; detalle que no consignamos por ser verdaderamente repugnante.

Conseguido, pues, en parte, al menos, el objeto que se proponían por el medio indicado, se me trasladó a Jerez con pretesto de que nombrara defensor, y allí sufrí del juez civil las mas terribles provocaciones, que me obligaron a encerrarme en mutismo absoluto, como único medio de poner término a situación tan violenta e insostenible; lo que hizo que el digno representante de la ley, dirigiéndose al no menos digno director de la cárcel, le dijese, como si se tratase de la cosa mas natural del mundo:

Ya ve usted que no contesta; zamarree usted a ese hombre.

Y viendo que el director se limitaba a inclinar la cabeza en señal de respeto, pero sin dar cumplimiento d su orden, le dijo el juez:

Retire usted al preso y que se le aplique todo el sistema carcelario.

Así fue: los seis meses que permanecí en aquella cárcel estuve incomunicado con el resto de la prisión; y en particular desde el mes de Noviembre, que se me mudó de calabozo, pretestando que por debajo de la puerta introducían periódicos socialistas, me fue ya imposible llamar hasta en aquellos casos de absoluta necesidad pues además de la puerta de la habitación estaba cerrada la de un pasillo que a ella conducía, y esto como es natural agravó mi situación en vez de mejorarla.

El tal juez no se dio por vencido; tres días después repitió sus provocaciones con igual o mayor violencia, resultando el mutismo que yo había adoptado como tabla de salvación, de todo punto estéril; y como tal señor dijese al escribano que se suspendía la declaración, sin perjuicio a continuarla cuando lo juzgase conveniente, creí oportuno poner en conocimiento del juez militar lo que me ocurría con el civil, a fin de que lo hiciese saber a la autoridad competente, pues aunque los agravios recibidos, dada nuestra respectiva situación, habían de volverse forzosamente contra quien los infería, veía en tan incalificable proceder motivo más que suficiente para dudar de las facultades mentales de un hombre que se había puesto como un energúmeno, dando gritos terribles, levantado de su asiento y colocado ante mí, casi metiéndome los dedos por los ojos, por no darle un tratamiento, al cual, según me dijo después un señor Cortina que, como abogado debe saberlo, no tiene derecho alguno; por cuya razón había querido no perdonar medio alguno de evitar el peligro que entrañaban para mí las entrevistas con tan triste personaje. Esto me dio el resultado apetecido, pues al ser llamado a declarar de nuevo se me colocó separado del juez por una reja, y ya no se repitieron, como de costumbre, sus agresiones.

Conocida ya la manera de hacer declarar a los presos, se comprenderá que las víctimas inmoladas por la burguesía no eran más que honrados trabajadores, cuyo solo delito consistía en ser anarquista, es decir, en desear para todos la libertad y la igualdad.

Lamela fue uno de los sometidos al tormento, siendo su muerte en el cadalso, el término de su martirio; y Caro Clavo, a quien los sufrimientos, tanto morales, como físicos le habían producido una afección al estómago, estuvo durante varios días devolviendo los alimentos, sin que la gravedad de su estado se considerase motivo suficiente para que lo trasladasen a la enfermería del calabozo donde se hallaba. Con decir que hasta después de su muerte no le quitaron los pesados grillos que sujetaban sus piés, se comprenderá hasta que punto se llevó el ensañamiento contra nuestros desgraciados amigos, cuyos cadáveres ha pretendido manchar la calumnia con su asquerosa baba, habiendo publicado la prensa burguesa un artículo publicado por un Sr. Torres, médico de la penitenciaría del Puerto, en el cual se afirmaba que la muerte de Caro Clavo había sido producida por alcoholismo, siendo así que nuestro compañero era un obrero de costumbres morigeradas, apreciado de cuantos le conocían y que mantenía con el producto de su trabajo a su trabajo a su numerosa familia.

Estos hechos, unidos a todo cuanto se viene realizando con nosotros, debe servir de enseñanza a los trabajadores para conocer la clase de enemigos con quien tienen que combatir y los medios puestos en juego para dejar fuera de combate a los defensores de la justicia y la verdad.

SALVOECHEA

La Revista Blanca.- Suplemento 39.- 10 de Febrero de 1900.

 Cfr.: Folio 17 de Causa 32 de 1932 [2292-137-1].

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