CORPUS EN CÓRDOBA


JOSÉ M. GALLEGOS ROCAFULL en su libro LA PEQUEÑA GREY, subtitulado TESTIMONIO RELIGIOSO SOBRE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA, ISBN 978-84-8307-763-4, de Ediciones Península, Barcelona – 2007, páginas 73-75, incluye como uno de sus recuerdos del tiempo que estuvo como canónigo lectoral de la catedral de Córdoba, – prebenda que desempeñaba desde 1921 -, este relato:

 

Recuerdo de este general y de este obispo una anécdota bien significativa, del tiempo en que el primero fue gobernador militar de Córdoba. Tradicionalmente se celebraba en ésta la procesión del Corpus por las tardes en virtud de un breve pontificio que había obtenido siglos antes el cabildo cordobés. Este año, el general pareció súbitamente muy interesado en que en Córdoba, como en el resto de la cristiandad, se hiciera la procesión por la mañana y así fue a solicitarlo del obispo prometiéndole que, si accedía, él cuidaría de que la asistencia de los militares fuera más copiosa que nunca. Accedió en principio el obispo, pero como la resolución correspondía a él conjuntamente con los canónigos, hubo que convocarnos para decidirlo. Entretanto medió tiempo para que me informasen minuciosamente de las razones de aquel extraño interés del general, nada afecto a la Iglesia, por la procesión, y cuando se me pidió mi opinión en el cabildo pude contar con pelos y señales la historia que era como sigue: había toros en el día de Corpus y el empresario, hombre despierto y sin escrúpulos, trataba por todos los medios de eliminar la competencia que para la corrida significaba la procesión Buscó primero los medios de que se suprimiera y, más tarde, se dio por satisfecho con que fuera por la mañana. Para conseguirlo, pensó desde luego en la influencia del general, y sabiendo que era asiduo concurrente de un prostíbulo, allá se fue a verlo con tan buena fortuna que se encontró allí también con el alcalde de la ciudad, militar también. Corrió el champán, unieron sus súplicas a las del empresario las pupilas de la casa, con tanto éxito que de allí se fueron ambas autoridades al obispado a pedir que se adelantara la procesión. Me oyeron en silencio mis compañeros, ni escandalizados ni extrañados, porque de sobra conocían la catadura moral de estos personajes, y acordaron que la procesión fuera por la mañana sin que rompiera la unanimidad de la decisión otro voto que el mío.

El general asiduo concurrente de un prostíbulo, protagonista de este relato, era GONZALO QUEIPO DE LLANO Y SIERRA, cuyo recuerdo todavía aletea en Andalucía, desde que en 1936 se hizo con el mando rebelde en Sevilla, durante la guerra civil española, desde cuya ciudad emitió sus famosos discursos radiofónicos.

El obispo coprotagonista por su docilidad, accediendo a cambiar la hora de la procesión del Corpus, fue ADOLFO PÉREZ MUÑOZ, que desempeñó tal cargo eclesiástico desde 1920 hasta 1945, habiendo llegado a la diócesis cordobesa, procedente de la de Badajoz, donde había estado desde 1913.

Su preconización al episcopado fue en 1909, siendo su primera sede la diócesis canariense, en la provincia de LAS PALMAS.

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El obispo ADOLFO PÉREZ MUÑOZ tiene una calle dedicada a exaltar su memoria, en el gran barrio de La Isleta, en LAS PALMAS DE GRAN CANARIA.

Es precisamente la calle donde está la Iglesia de LA LUZ, cuyo nombre se corresponde con el del gran Puerto grancanario.

ADOLFO PÉREZ MUÑOZ sería sucedido en la diócesis cordobesa por ALBINO GONZÁLEZ MENÉNDEZ-REIGADA (de 1946 a 1958), quien, anteriormente, y desde 1925 había sido obispo de la diócesis nivariense, con sede en LA LAGUNA, Isla de Tenerife, provincia de SANTA CRUZ DE TENERIFE.

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En la casa número 65 de la isletera calle dedicada al obispo PÉREZ MUÑOZ, casa que hacía esquina con Perchel 16, me criaron mis padres ROSARIO y MIGUEL. En ella transcurrió mi infancia, adolescencia, y parte de mi juventud.

Hasta que hube de abandonar GRAN CANARIA, para venir a vivir a LA LAGUNA (TENERIFE), con el fin de estudiar Ciencias Químicas en su universidad. La única universidad del Archipiélago entonces.

Aquí, en LA LAGUNA (TENERIFE) conocí a una linda muchacha, de la que me enamoré. Y cortejé durante cinco largos años. Hasta conseguir casarme con ella. Un memorable 29 de junio de 1968, día de San Pedro. Mi onomástica. Un caluroso día seguido de una deliciosa noche lagunera.

Mi preciosa y dulce MARILOLA.

Mi única novia. Mi única esposa. Madre de mis 4 hijos.

Motivos más que suficientes para vivir en Tenerife.